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Las sirenas, los peligros de malinterpretar lo desconocido

  • Foto del escritor: Alejandro Gutiérrez Arango
    Alejandro Gutiérrez Arango
  • 8 ene
  • 3 Min. de lectura

sirena junto al rio

Tipo: Mito de bestias

Origen: Indígena

Departamento: Amazonas

Comunidad: Andoque


Bajo la sombra de la quebrada Huevo-de-Pescado, donde el río cobraba la vida de un sueño interminable, los niños danzaban con alegría alrededor del fuego en la noche. La playa, una franja de arena vasta, se convertía en el escenario de un rito olvidado, donde el tiempo parecía quedar atrapado en una danza sin fin. Se decía que a esas horas mágicas, cuando el sol comenzaba a ceder ante la luna, seres de agua ascendían por el río para unirse al festín. Estos niños bailaban despreocupados al ritmo de una canción ancestral. Sus pasos, acompañados de una melodía que resonaba con el murmullo del río y las risas de otros tiempos, invocaban una presencia más allá de lo visible.


Estos niños eran los guardianes de un secreto que solo los ríos conocían: el arte de quemar sal en la playa para llamar a las sirenas, criaturas de otro mundo, de cabello largo y sin ataduras de vestimenta. Entre la danza, se deslizaban las sirenas, invisibles hasta que la música del Makoi resonaba en sus almas: "maku kabayuu makui hi, maku kabayu". Entonces, como si el río hubiera soltado su aliento, las figuras del agua se unían a la ronda de baile, llenando de magia la simpleza del juego infantil. Los padres, vigilantes desde lo lejos, escuchaban relatos de esta aparición. "¿Es gente?", inquirían, buscando sentido en lo sobrenatural. Pero los niños, con ojos grandes y sinceridad inquebrantable, insistían, "¡Gente!", aseguraban. Gente que bailaba con ellos, aunque de una especie diferente, sin taparrabos, y con un semblante sereno.


Una noche mientras las sirenas danzaban, uno de los niños, siguiendo el consejo de sus padres, se escabulló para contarles lo que había presenciado. "Ya entró. Ya está bailando con nosotros", aseguró. Y así, con el canto de guerra, los padres, armados con flechas, se dirigieron hacia la playa. Un ritual de defensa, una danza de confrontación entre el miedo y lo desconocido. El que iba a flechar se circundó alrededor de la ronda, cantando su canto que resonaba como una advertencia en la brisa: "esta puntica, esta puntica, a ti paisano en el pecho la voy a quebrar". Y cuando el velo del misterio cayó, se dio cuenta que aquellos danzantes eran, en realidad, de una especie distinta. Sin embargo, cegado por el temor y la confusión, lanzó su flecha.


La sirena, alcanzada por el arpón, cayó silenciosamente muerta. Su cuerpo fue encontrado al día siguiente flotando en la bocana, como si el río hubiera decidido contar su propia versión de lo ocurrido. Se decía que el macho era el que había sido arponeado, mientras la hembra se había retirado al remanso de Sitakara. Ellos habían querido ver monstruos donde solo había compañeros de danza. Ahora, en el remanso de sirena, el río sigue cantando. Y aquellos que escuchan con el silencio del corazón, podrían descubrir en el fluir del agua, el canto de un tiempo donde hombres y sirenas bailaban al unísono.


niños jugando junto al río

Historia de las sirenas y los peligros de malinterpretar lo desconocido

El mito menciona una particularidad: el canto de la sirena, y se dice que era uno que, a diferencia de otros espíritus, no enfrentaba negativamente a las personas. Sin embargo, por temor o falta de entendimiento, los humanos decidieron atacar a estas entidades. El lugar donde ocurrió esta historia es llamado Sitakara, conocido también como "el remanso de sirena," y queda en la quebrada Huevo-de-pescado. El mito refleja la interacción entre lo humano y lo sobrenatural, mostrando cómo las comunidades indígenas interpretan y se relacionan con seres mitológicos en su entorno natural. Sirve como una advertencia sobre los peligros de malinterpretar lo desconocido y resalta la importancia de la convivencia pacífica con la naturaleza. Se asemeja a los mitos griegos sobre las sirenas y los encuentros con lo sobrenatural en la mitología japonesa.


icono de la sirena flechada

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