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Los grupos de mi juventud, los líderes y la conexión con la naturaleza

  • Foto del escritor: Alejandro Gutiérrez Arango
    Alejandro Gutiérrez Arango
  • 13 ene
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 feb


creando a las gentes

Tipo: Mitos sobre el origen del hombre

Origen: Indígena

Departamento: Amazonas

Comunidad: Andoque


A lo largo del río Duche, un río que no es simple agua ni corriente; es un cauce donde los ecos antiguos resuenan todavía bajo sus ondulantes reflejos. Era un tiempo en que la tierra lloraba y reía al mismo compás, donde en el Sitio-de-llanto, bajo la húmeda vestidura de la selva, había una casa que era de madera y paja. Allí vivía el capitán Gavilán-de-piriri, el padre de toda la gente, el forjador del latido mismo de la humanidad. Sus manos, firmes y vastas como el cielo, hicieron brotar a los hombres y mujeres desde el vientre generoso de la tierra. Él era el artífice, el viento que soplaba vida en los émbolos del universo. Debajo de Sitio-de-llanto se tejían historias y se urdían destinos. Los jóvenes, sus huérfanos y trabajadores, se convirtieron en gente a la luz del capitán. Las multitudes comenzaron su viaje desde río abajo, donde florecían las gentes de Hormiga arriera, ese enjambre laborioso que trazaba caminos invisibles entre la hojarasca; luego estaban los misteriosos Fantasmas, quienes danzaban entre las sombras del crepúsculo, y los estridentes Guacamayos rojos, cuya algarabía coloreaba el aire. Más abajo, los Borugos, fuertes y silenciosos, también se unían al flujo viviente del Duche.


A medida que la tierra se elevaba sobre las colinas y el sol dorado se desvanecía en sus cumbres, vivían las gentes del finado Bifaz, ancestros del Guacamayo rojo. Más allá moraban los de Guara, mientras que las esencias de Oruga, Boa y Rana se extendían aún más arriba, tocando los umbrales de la eternidad. La tierra vibraba con una multiplicidad de almas, cada una cantando su propia canción al unísono de las aguas del Duche fluían impregnadas de historias, la tierra donde nacieron los linajes era una tierra que nunca pudo ser olvidada, pues en cada partícula de polvo y semilla dormía un antiguo cuento. Ahí estaban también los Mochileros, de quienes se decía que sus corazones ardían.


La tierra era una espiral de tiempo, y a medida que el Duche avanzaba, el río también contaba de otras tierras y otras gentes, como los de Borugo y Mochilero, de Hormiga arriera dulce, que poblaba sus riberas con la dulzura de sus zumbidos. Allí donde el río Yakapache esperaba, tejían historias invisibles de Venado pardo y Chontaduro, de verdeando matices que nunca se desvanecerían. Aquellos fueron los tiempos de los Mirañas, quienes se desplazaban por estas extensiones con el señorial paso de quienes siempre pertenecieron. Los ancestros Andokes habían sido dueños de estas historias, dueños de las hachas. El capitán, llamado a veces Banco-de-piedra o Cheko, había sido uno de aquellos que marcaban los caminos con paso y mirada fija.


Con cada latido del río, nuevos capitanes surgían y caían como hojas al viento: Fantasma-enemigo, Carguero-de-guacamayo, Yulo el Borugo y Murciélago de los Palos, Encargo y Derrumbe, alas en las bocanas donde el Duche se encontraba con el efímero azul del horizonte. Vivían junto a los mirañas, capitanes de poderosos nombres y resonantes historias, Chontaduro maduro, Vega, y Hoja-fría; capitanes cuya existencia tatuada en la piedra y el aire hablaba de tiempos solares. Finalmente, estaban los de Sol, cuya llameante existencia destellaba como Reflejo-rojizo, Sardina, y Laguna-de-sol, iluminando la espesura desde el corazón hasta los confines de su albor.


Los cuentos recorrían entonces las veredas del recuerdo, donde los Mochileros de tierra firme, también ellos capitanes de índigo pasado y de nombre indomable, Flor-de-colibrí y Higuerón, Cría-de-animal y Dibujo-en-piedra arenisca; en sus espíritus tintineaba la esencia del Pedido, mientras resonaban con los nombres que surcaban los aires: Cuerpo rojo y Atravesado, Petso. Así el río, así la gente, extensa como el cosmos, del padre Gavilán-de-piriri quien en su rutinaria vuelta hacia el ocaso contaba estas historias una y otra vez. En el fluir del Duche todos los rostros y nombres resplandecían aún en las corrientes del tiempo, y el eco de sus vidas persistía en un mundo donde la verdad se confundía dulcemente con el milagro.

del río nace la vida

Historia de los líderes y la conexión con la naturaleza

El origen del mito gira en torno a la figura de un gran creador o líder, Gavilán-de-piriri, quien organiza y da vida a varias comunidades. Cada una de estas comunidades surge de un lugar único, vivía bajo el liderazgo de capitanes con nombres distintivos, y están conectadas entre sí por el río Duche, considerado el hogar ancestral de todos. El mito refleja la importancia de los líderes y la conexión con la naturaleza en la cultura Andoque, destacando la creación de comunidades a través de figuras totémicas y la organización social alrededor de capitanes. Se asemeja a mitos de creación como el de Prometeo en la mitología griega o Pangu en la mitología china.

icono de la vida que fluye

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